El ciclo.
Nacer, crecer, envejecer y finalmente morir.
Ese es el principio y el final de una vida, de una flor.
Naturalmente.
Pero en el camino se presentan inconvenientes. Es entonces cuando llega el momento de saber qué tan cierto es lo que está a tu alrrededor, que tan dispestos están de regarte todos los días y cuidarte del sol para que no te sigas dañando, que tan fiel es la compañia que algunos prometen "en las buenas y en las malas".
La familia, la que eliges o la que te tocó.
Y aquí es donde comienza la verdadera razón de esta entrada:
Un lugar compuesto de cuatro paredes siendo complice del momento en que un alma emigró a su destino, ese del que todos tienen el mejor concepto de tranquilidad y paz pero que nadie en vida a llegado a conocer.
Quedando un cuerpo vacío en la cama.
Entrar: Vasos del café más amargo y mal hecho que puede existir en manos de personas entristecidas, un café que ni su olor emana en ese instante... Silencios.
Abrazos tan vacíos de felicidad, como llenos de nostalgia y dolor... Lagrimas.
Lamentos.
Recuerdos.
Y entonces de lo que ella fue no queda nada, físicamente quiero decir.
Ironía: Comprar flores para la abuelita Cata sabiendo que nunca las va a recibir, sabiendo que esas, tan llenas de vida y color, pronto serán marchitas.
Nunca he estado de acuerdo con tal regalo, puesto que sin quererlo, estás diciendo "Estas flores cumpliran el mismo ciclo que tu, morirán".
Yo prefiero recordarte mirandome a los ojos, diciendome cada vez "que linda estás, que grande".
Siempre en mis recuerdos.
Adiós abuelita.
3 de abril de 2014
Puerto Ordaz
Un pedacito de planta del lugar donde murió.